miércoles, octubre 04, 2006


No siempre me persigno frente al templo, pero me gusta que la explanada siempre tiene algo que ver, desde los novios que se esconden al fondo hasta los niños que corretean en lo que hace mucho fue un convento, o las señoras que hacen malabares para que no se les caiga el duro gigante con mucha salsa y verdura, o la niña casi adolescente que los vende.

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